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30/11/2024

El día que la Resistencia Peronista intentó tomar el regimiento 11 de Infantería: cuatro muertos tras cuatro horas de combate

Fuente: telam

El 30 de noviembre de 1960 un grupo de militantes asaltó una guarnición del Ejército en Rosario. La acción fracasó. En Salta, el Gran Buenos Aires y Mendoza se hicieron otras operaciones

>El regimiento de Infantería 11 de Rosario, en septiembre de 1955, como fuerza leal al gobierno constitucional de Juan Perón, al mando del general Miguel Ángel Iñiguez, había marchado a Córdoba a reprimir el golpe de estado. Tenían rodeada la ciudad a punto de vencer la resistencia de grupos de comandos civiles y militares que dominaban el centro cuando recibieron la orden de Perón de detener la ofensiva y evitar un baño de sangre. En los días posteriores en Rosario, los golpistas mandaron fuerzas de Corrientes para reprimir a manifestaciones peronistas porque el “Once” no era confiable.

En la madrugada del 30 de noviembre de 1960, un grupo armado de más de cincuenta militantes peronistas al mando del coronel (RE) Julio Barredo y el general (RE) Miguel Iñiguez llegó hasta el Regimiento 11 de Infantería, en Rosario. Con la ayuda del capitán Juan Carlos Rossi y algunos suboficiales de la guarnición se apoderaron de la guardia. Hubo un duro enfrentamiento no previsto en el que murió Julio Barredo y tres de los defensores: el sargento 1° José Teodoro Valdez y los soldados conscriptos Juan Carlos Osorio y Aníbal Medina. En la madrugada, efectivos de la Gendarmería Nacional y de otras fuerzas acudieron al lugar y tras cuatro horas de combate recuperaron el cuartel. En simultáneo con aquel ataque al Regimiento 11, la Resistencia Peronista realizó una acción en Tartagal, Salta y organizó estallidos de bombas en el conurbano bonaerense.

A los 83 años el arquitecto rosarino Miguel Ángel Montes rememora cómo fueron los hechos de hace 64 años: “El 29 de noviembre de 1960 fue un día muy caluroso, la noche se presentaba hermosa con una luna brillante. Contrastando con la belleza de la noche, un grupo de jóvenes peronistas salíamos dispuestos a morir. Algunos compañeros sostienen que hacía frío, otros no; es que, cuando la cara de la muerte te mira de frente, podés tener las más raras sensaciones. Avanzamos en caravana de autos hasta la puerta del Casino de Oficiales. Del primer auto se baja el coronel Julio Barredo y se acerca al puesto de guardia, gritando “soldado entregue el arma”. Introduce la mano por las rejas tomándole el fusil, se oye un disparo, el soldado cae herido en una pierna, y entonces comenzó el infierno de balas y más balas. Barredo cae herido de muerte. El mayor Quiroga ordena la dispersión. Yo corrí entre la lluvia de balas los que me parecieron miles de metros, después que fui a ver, era una pequeña distancia”, dice Montes.

“El otro grupo que tomó la guardia, pudo entrar sin inconvenientes y se hizo fuerte en ese sector, que es donde luego se produce un largo tiroteo con las tropas que avanzan a recuperar el regimiento. Y el grupo que sale a tomar el Arsenal de Fray Luis Beltrán, es detenido en la calle por la policía de la provincia”, rememora.

Montes que por entonces tenía 22 años recuerda que: “En el 58 con Frondizi, los jóvenes peronistas, abrimos una Unidad Básica que estaba en Catamarca y Constitución y allí nos reuníamos. Un día, Alejandro Vega, un trabajador municipal, me contó que estaba en contacto con militares que estaban preparando un golpe que nos permitirá recuperar el gobierno. Yo acepté enseguida y convocamos otros compañeros. Se sumaron Mollar, Sane, el petiso Cravero, el negro Zamora, el gordo Sanguinetti, y otros que no recuerdo. Conspiramos dos años, preparándonos para el gran día, practicamos con todo tipo de armas; vigilábamos a los gorilas; mientras seguíamos sumando gente. Fueron dos años de intenso trabajo logrando una buena organización, yo era estafeta de la célula, tenía una moto Rumí con ella recorría todos los barrios. Estábamos muy entusiasmados. El mayor Quiroga y otro que era coronel nos visitaban para hablarnos de la acción, que nosotros queríamos que fuera ya, pero nos decían que deberíamos esperar la resolución de los jefes”.

Al igual que había sucedido en el levantamiento de Valle en 1956, los militares implicados en la conspiración sobrestimaron el apoyo de sus colegas en actividad. Pero, los militares de adentro del Regimiento fueron pocos y el intento de toma fue resistido al punto de ocasionar cuatro muertos. El otro dato que marca la poca participación militar es el número de condenados: fueron tres militares y 48 civiles. Está claro que la militancia civil peronista, se sumaba con mucho más entusiasmo que los militares, a todas las conspiraciones que prometían el regreso de Perón.

Los civiles que participaron en el fallido intento de toma del Regimiento fueron investigados en el juzgado Federal de Rosario. En el fallo se de terminó que:

    Según la excelente investigación de Anabella Gorza “Peronistas y militares, una vieja relación”. En la cabeza de la conspiración estaban entre otros los militares retirados Miguel Ángel Iñíguez y Julio Barredo y los sindicalistas Dante Viel y Armando Cabo.

    Durante el gobierno peronista, el coronel Julio Barredo fue agregado militar en la embajada argentina en Francia; ayudante de campo del secretario de Ejército, general Humberto Sosa Molina y colaborador del jefe del Ejército, general Franklin Lucero. A diferencia de Juan José Valle y otros militares fusilados en 1956, el nombre del coronel Julio Barredo, es casi desconocido en el panteón de los mártires del peronismo. Dante Viel fue un reconocido dirigente de UPCN y siguió su militancia gremial peronista hasta su fallecimiento. Armando Cabo (padre de Dardo Cabo) en ese momento era un dirigente de la UOM muy cercano a Augusto Timoteo Vandor.

    La intención de la Resistencia Peronista era atacar en varios lugares además de en Rosario. Alrededor de las 5 de la mañana del 30 de noviembre de 1960 en Tartagal, Salta, el teniente coronel (RE) Eduardo Escudé tomó el edificio de la Municipalidad, estableció allí el “Comando Revolucionario del Norte” . Por otra parte, un grupo de civiles conducido por el ex diputado peronista Tomás Ryan, se apoderó del Batallón de Escuela, la comisaría, la estación del ferrocarril, el aeropuerto, y las dos sucursales bancarias de la ciudad.

    El libro “Perfume de los Almendros” de Gerardo Médica, recoge el testimonio del militante de la resistencia peronista de La Matanza, José Roberto Maldonado que participó del hecho sucedido en Salta: “En el 59, ya estábamos organizados y teníamos órdenes de viajar a Salta, porque iba a haber un levantamiento. Con un grupo de cuatro, Pila, Eloy González, Castro y otro más, nos preparamos para el viaje, siempre con dinero que era de nuestros propios recursos.(…).La orden era, ir a Salta a tomar el Regimiento de Monte, allí había grupos de la resistencia vinculados a gremialistas del SUPE (Petroleros), porque Tartagal era una zona muy petrolera. Después de un largo viaje en tren, llegamos el mismo 29 a la mañana. Nos encontramos con el teniente Escudé y el sargento Clavell y fuimos destacados para tomar el aeropuerto con dos muchachos más. Lo tomamos, y comunicamos por radio que se cerraba el aeropuerto por cuestiones climáticas. (…). Las órdenes decían que el General Perón iba a volver por Bolivia. Ese era el motivo de tomar el regimiento de Monte, que está muy cerca de la frontera. Estaba previsto que se iba a levantar Tucumán, que no se levantó y fundamentalmente Rosario, donde Iñíguez, iba a ponerse a la cabeza de la revolución”.

    Pero las cosas no salieron como se habían planeado: “Fracasa la toma de Rosario y tenemos que huir. Cuando nos dan a conocer el fracaso a eso de las 6 de la mañana, el grupo de salteños se dispersó, y nosotros tratamos de llegar a Bolivia por la ruta 34. Éramos un total de 23 compañeros. Íbamos por la 34, cuando una patrulla de Gendarmería nos para creyendo que éramos contrabandistas. Nos detienen y nos llevan al cuartel de Pocitos. Nos pusieron a todos en un galpón donde había otros presos. El comandante vino, nos miró y dijo: ‘duró poco muchachos, que lástima, que tristeza’. Se notaba que estaba al tanto y esperanzado en la conspiración. Fuimos a Salta con la enorme ilusión de volvernos a la cabeza del Ejército del Norte, escoltando el retorno del General Perón”, concluye Maldonado.

    Si bien fueron muchos los sindicatos involucrados con el intento de Iñiguez (la mayoría de las 62 Organizaciones) la Unión Obrera Metalúrgica(UOM) en cabeza de Augusto Timoteo Vandor, aparece como el más comprometido. En ese momento Alberto Campos, un hombre ligado a la UOM y a la CGT, era delegado de Perón. Y entre los conspiradores rosarinos estaba José Notaro también metalúrgico. La mayor sospecha de las autoridades recayó sobre la UOM, porque detectaron, que el día anterior a la sublevación, habían retirado 17 millones de pesos en efectivo del Banco Nación, cuyo destino era sostener las acciones revolucionarias. Por eso fueron detenidos los dirigentes: Lorenzo Miguel, Luis Pugliese, Osvaldo Pérez, José Notaro, Paulino Niembro y Amado Olmos.

    Y ordenaron la captura de: Augusto Timoteo Vandor y Rosendo García (que fueron quienes firmaron los cheques del Banco Nación) y de Dante Viel , Miguel Gazzera, Raúl Ambrosio, Raúl Cejas, Jose Norberto Vazquez, Luis Hinojosa, José Ignacio Rucci, Avelino Fernández, Alberto Alba, Ángel Rodríguez, Antonio Álvarez, Armando Cabo y Miguel José Mendoza “el Negro”, acusado por los organismos de seguridad, de haber sido el correo con Juan Domingo Perón, para impartir las instrucciones previas a las acciones del 30 de noviembre.

    No hay constancias de que Perón haya dado instrucciones concretas para la acción de Iñiguez y su gente. Después del 55, Perón había perdido confianza en la oficialidad militar que se manifestaba nacionalista o peronista. Además desde España, a 16000 km, se le hacía muy difícil, tener un panorama claro, de quiénes podrían sumarse a este tipo de conspiraciones. Por lo tanto, lo más probable, es que “dejara hacer”. En su estrategia de guerra integral este tipo de acciones, sin mucha posibilidad de éxito, sumaban al golpear a la camarilla militar.

    El capitán Rossi y el teniente Forni, fueron condenados a 7 y 8 años de prisión ,y el capitán (RE) Antonio Campos, a seis años de reclusión y destitución.

    En Tartagal, los presos militares fueron: teniente coronel (r) Eduardo Escude; Mayor (r) Schmit; sargento (r) Francisco Zavala; sargento 1º (r) Luis Ángel Clavell; suboficial principal de Gendarmería, Roberto Peralta; y sargento 1º de Gendarmería, Lorenzo Amarilla.

    El autor escribió los libros Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.

    Fuente: telam

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