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DEPORTES

17 de noviembre de 2021

Un argentino protagonizó un récord mundial para el paracaidismo nocturno

Alejandro Montagna contó cómo vivió la experiencia a más de 5.000 metros de altura en el cielo de Los Ángeles, Estados Unidos.

La adrenalina de saltar desde un paracaídas a miles de metros de altura lleva años y una infinidad de intentos para lograr controlar los sentimientos durante la caída para llevarlo al siguiente nivel. Así es el caso de Alejandro Montagna, ingeniero industrial de 52 años, que descubrió su pasión desde joven y fue protagonista en un evento que ingresó en el libro de récords al tirarse junto con otros 25 profesionales de distintos países a 16.500 pies formando dos figuras antes de aterrizar en territorio estadounidense.

El principal detalle que le agregó dificultad a la prueba es que se realizó de noche y que obligó que cada paracaidista tenga la obligación de llevar luces led en su traje para que no exista ninguna colisión que ponga en peligro la vida de los participantes. La cita fue el pasado lunes 15 de noviembre a las 21 y el cielo del Lago Elsinore, ubicado en el sur de California, se iluminó de varios colores en lo que fue un verdadero espectáculo y el argentino tuvo el privilegio de filmarlo con su cámara que captura 360°.

- ¿Cuánta difícultad tuvo el récord que lograron romper?

- Yo te diría que fue el más complicado en el que me tocó participar. El organizador diseña una formación que se practica durante el día y se intenta replicar a la noche que por complejidad es diez veces peor. Entre los nervios, la oscuridad, los riesgos de colisión y otras cosas que hacen que los saltos nocturnos sean muchos más demandantes. Encima nosotros vamos a hacer intentos de récords y hay veces que volvés con las manos vacías. Esta vez hicimos 17 intentos y salió literalmente en el último. El organizador nos dijo “ahora o nunca” y por suerte los 26 pudimos hacer las cosas bien.

 

- Además tuvieron un problema técnico en uno de los intentos...

- Es muy inusual. Nosotros saltamos desde dos aviones y al avión grande que tiene rampa, el skyvan, se le plantaron los motores. En otras palabras, dejaron de funcionar las turbinas a 5.500 metros de altura y con la rampa abierta. El conductor tuvo un problema con el indicador de combustible que le marcaba que tenía medio tanque pero en realidad estaban vacíos. Se quedó sin nafta en medio del vuelo. Pero al ser un piloto muy experimentado y de 25 años de experiencia, lo puso en picada y nos hizo bajar para que pueda planear sin turbinas hasta la pista de aterrizaje.

La mente maestra detrás del procedimiento fue el sudafricano Steve Woodford, el organizador mas experimentado del mundo en este tipo de saltos nocturnos, que diagramó las prácticas a la perfección para lograr el objetivo que se planteó de antemano. Los acróbatas tenían 50 segundos de caída libre para alcanzar el objetivo, que era realizar dos figuras distintas donde la totalidad de las personas estén involucradas y así estampar un nuevo récord mundial que será muy difícil de superar en los próximos años.

Para hacer posible el salto fue necesario que los aviones estén equipados con equipos de oxigeno para que los paracaidistas puedan soportar la altura necesaria. Además, se necesitó un importante entrenamiento y práctica antes de la prueba final: se hicieron un total de 17 intentos diurnos durante los días anteriores para que en la noche del lunes todo salga a la perfección. Igualmente, se necesitaron tres intentos aquel día para romper el récord en la disciplina de paracaidismo nocturno.

- Conseguir el récord mundial en el salto final debe haber sido como un gol épico en el último segundo.

- Algo parecido, ja. Fue un salto con mucha tensión y con contenido emotivo. Logramos armar la primera figura muy rápidamente y prolija. Cuando pasamos a la segunda, el centro de la formación se cae durante cinco metros y se nos vino a la cabeza que no lo lográbamos. Ahí hubo un trabajo de equipo maravilloso para poder armar ese segundo punto los 20 segundos que nos quedaban de caída libre. Porque cuando suena la alarma del casco hay que dispersarse y abrir el paracaídas, que para mí es lo más peligroso de toda la prueba.

- ¿Qué tanto pesó la oscuridad y la noche en la prueba?

- Es un punto muy importante. Las luces que llevó cada uno es fundamental porque la formación se divide en seis gajos que está sectorizado por un color. Rojo, azul, rosa, amarillo, verde y violeta. Entonces yo, que tengo asignado un color, sé que tengo que ir a juntarme con los de mi grupo lo más rápido posible cuando salto del avión. Uno las ve bastante lejos al principio y esa aproximación es toda una dificultad. También los escapes para abrir el paracaídas: se gira 180° para alejarse a máxima velocidad de la formación y sacarlo en aire limpio. Es un impacto de 40 kilómetros por hora y llega a ser mortal.

Alejandro no fue el único argentino presente ya que compartió la experiencia con tres compatriotas: Fernando Disipio, Marcelo Vives y Lucas Peribrusa. Uno de los puntos excluyentes para ser partícipe era tener una importante experiencia en el deporte, equivalente a aproximadamente un mínimo de 4000 saltos a lo largo de la carrera de cada uno de los protagonistas. En este tipo de pruebas el recorrido es muy importante para que no haya accidentes en medio de la caída libre y, en caso que algo suceda, sepan cómo solucionarlo.

- ¿En qué lugar del podio ubicas esta experiencia en tu vida?

- Yo creo que es el salto más difícil, comparando con los récords anteriores (NdR: mantiene tres mundiales, dos diurnos y un nocturno). Cuando vos soltas a alguien en el aire, es imposible no separarte en altura. Imaginate 26 personas. La experiencia de todos los muchachos fue clave, todos teníamos más de 3.000 saltos y fue un rejunte mundial. Había paracaidistas de Estados Unidos, Rusia, Sudáfrica, Reino Unido, Canadá, México, de Sudamérica sólo nosotros y de Ucrania. Hay muchos que no se suben a avión a hacer esto de noche ni en pedo, pero al menos los que nos animamos pudimos entrar en la historia.

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