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31/10/2024

A 30 años de la visita de Anita Ekberg a la Argentina: su charla con Susana Giménez y su reproche a Federico Fellini

Fuente: telam

La diosa que el director italiano inmortalizó al filmarla bañándose en la Fontana di Trevi en La dolce vita, había sido invitada a participar del programa de la diva argentina en noviembre de 1994

>Hoy dirían que era dueña de una belleza hegemónica. Pero en los años ‘60, cuando se estrenó La dolce vita y su imagen bañándose en la Fontana di Trevi quedó inmortalizada en las retinas de los fanáticos del cine, se decía que Anita Ekberg era la mujer más deseada del mundo. Federico Fellini había puesto sus ojos en ella para protagonizar aquel inolvidable film italiano junto a Marcello Mastroianni, después de que la sueca diera sus primeros pasos en Hollywood y lograra captar la atención romántica de varios galanes de la época. Y no se equivocó.

Corría el mes de noviembre de 1994. Y, vestida con una impecable diseño rojo con guantes, la diva presentó a su invitada diciendo que se trataba de “un gusto personal” que se iba a dar. “Yo, como el resto de los habitantes de este planeta, cuando vimos La doce vita nos quisimos morir con esta mujer espectacular que hizo soñar a todos los hombre de la época y hoy la tenemos con nosotros”, dijo la Giménez antes de darle paso a Anita. Y la actriz, luciendo un distinguido traje blanco, se unió a ella en un abrazo.

La entrevista se hizo en italiano, un idioma que las dos mujeres manejaban con naturalidad, y se subtituló al castellano para que los espectadores de Telefé no se perdieran ningún detalle. Allí, la actriz que había representado a su país natal al ser coronada como Miss Suecia, contó que amaba Italia, su lugar de residencia, ya que sentía que tenía “un temperamento más del mediterráneo”. Y luego hizo un repaso de su carrera, comenzando por sus trabajos en los Estados Unidos y siguiendo por su consagración definitiva en Europa.

Entonces, Susana le preguntó por la legendaria escena y ella le contestó visiblemente fastidiada. “Después de la Segunda Guerra Mundial, las personas comenzaban a salir libremente, comían en los restaurantes en las calles, bebían una buen copa de vino...Era romántico, con guitarras y cosas por el estilo. Lo de la Fontana di Trevi ya me había sucedido realmente antes. Estaba haciendo una sesión de fotografía con el fotógrafo Pier Luiggi Paton para un semanario. Y como me gusta andar descalza, me lastimé un pie en medio de Roma, con calles antiguas, etc., creo que con un pedazo de vidrio o no sé que era”, comenzó diciendo Anita.

¿Qué opinaba acerca del hecho de que el mundo entero la considerara como un mito? “Yo nunca me sentí un mito. Yo soy una mujer a la que le gusta vivir, bailar, andar descalza...A la que le gustan los animales, la naturaleza, la gente, los amigos. Pero nunca pensé que fuese un mito. Y no me preocupa en lo más mínimo. Si los demás lo piensan, un punto a favor”.

Luego, al recordar cómo se vinculó con Fellini en un viaje que había hecho para rodar en varios países del Viejo Continente, Anita explicó: “Por ese entonces yo tenía un Mercedes 300S, descapotable. Y, con lluvia o sol, andaba por toda Roma sin la capota. Él ya me conocía como actriz, pues ya había hecho muchos films antes, siempre con producciones de Hollywood donde estaba contratada. Y me buscaba. Hasta que me contactó a través de mi productor porque quería verme en persona, para proponerme La dolce vita. Y yo, cuando nos encontramos, lo primero que hice fue pedirle el guion. Porque la verdad es que él no era demasiado conocido fuera de Italia”.

Sin tapujos, Ekberg reconoció que en un primer momento se preguntó: “¿Quién es este Fellini?”. “Había visto La Strada, bastante tiempo antes, con Gary Cooper, en uno de aquellos pequeños cines art-movies houses, de cincuenta asientos. Pero me había olvidado que él era el director. De Giulietta Masina y de Anthony Quinn sí me acordaba. La cosa es que le pedí el guion y él me dijo: ‘Yo no tengo guion’. Entonces le dije que necesitaba leer lo que iba a hacer, al menos el diálogo. Y me contestó: ‘El diálogo escríbelo tu’”, recordó asombrada. La actriz destacó que el director era “muy simpático”. Y que, tras una larga charla, pensó: “¿Por qué no?”.

Divertida, la actriz explicó por qué en aquellos años le habían puesto el apodo de Iceberg. Y contó que, como todos los chicos y chicas bellas esperaban tener suerte en Hollywood, los productores tenían el “desagradable vicio” de pedirles que fueran a cenar con ellos para tener un contrato. “Pero aún yendo a cenar, no necesariamente había un contrato después. Seguía un: ‘¿Vamos a mi casa a tomar algo?’ Quién sabe, el contrato estaba abajo de la almohada...Pero el contrato no estaba. Y como yo ya había entendido esto, los mandaba a todos a ese lugar. Por eso hicieron un juego de palabras con mi apellido, Ekberg-Iceberg”, señaló frente a Susana.

A la hora de hablar de su larga lista de amores, que incluye nombres como Frank Sinatra y Rod Taylor, Anita reconoció haber sido afortunada. De Gary Cooper, por ejemplo, destacó que era “un gran señor, muy agradable e inteligente”. Sobre Tyrone Power, señaló: “Estuve por casarme con él. Pero no lo hice porque había una persona que se llama Linda Christian, que hacía todo por impedirlo. Ellos estaban casados, pero separados legalmente y estaban por divorciarse. Sin embargo, ella era una persona extraña. Cuando ella dejaba un hombre estaba todo bien. Si la dejaban, venían los celos, la envidia, etc. Entonces atacaba de nuevo. ¡Y no quería soltarlo! Entonces yo lo solté a él”.

Nunca se sometió a una cirugía estética porque, según decía, cada edad tenía “su encanto”. Así que asumió el paso de los años sin perder su belleza natural, pero sin luchar contra la lógica de la naturaleza. “Yo acepto mis años. Vivo bien. Y tengo muchos amigos”, dijo en aquella visita. Murió el 11 de enero de 2015, a los 83 años, en la clínica San Raffaele Rocca di Papa, por complicaciones de varias enfermedades crónicas. Para entonces, había tenido que pedir ayuda en la Fundación Fellini, ya que durante una internación en 2011 le habían robado todas sus pertenencias y le habían incendiado su casa. No tenía una familia que la asistiera. Pero, aún así, aseguraba que no se arrepentía de nada de lo que había hecho en su vida.

Fuente: telam

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